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Entrena con tu planificación.
Entrena en base a criterios científicos.
Entrena para llegar a tus límites.
Entrena todavía más para superarlos.
D+E

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16.2.10

Tiempo.

Tiempo. Todo se resume en tiempo. La palabra clave. El concepto que define gran parte de nuestros días. La idea que marca un porcentaje elevado de la sociedad en la que nos movemos. Tiempo. Todo se resume en tiempo.

Atraparlo, pararlo, retrasarlo, acelerarlo. Esos son los sueños de todo aquel que juega con él. De todo el que se somete a diario a la disciplina del cronómetro, de las pulsaciones o de la velocidad sobre el agua el asfalto o la tierra.

Esa autoexigencia, esa demostración de fortaleza interior te lleva hasta el Gran Día. Te acerca al momento en que los segundos comienzan a descontarse en el reloj que marcará la hora del inicio de la competición que te pone a prueba. De la secuencia definida por tus posibilidades para atravesar el líquido elemento, cortar el aire sobre dos ruedas y soportar el límite de la fatiga en cada paso mientras te acercas al momento de congelar las agujas del reloj.

La posibilidad de detener el tiempo es la idea que martillea tus neuronas una y otra vez entrenamiento tras entrenamiento. Y a más descargas eléctricas del tejido nervioso, mayor es tu ambición por congelar el crono. Es tu meta, es el objetivo que te marcas. Un reto alcanzable por muy pocos. Y sólo aquellos que se atrevan a desafiar a esa cuarta dimensión pueden intentar la hazaña de pararla. ¿El precio? Gotas. Gotas de tu esfuerzo. Acumulaciones de moléculas de agua que demuestren que tu voluntad por llegar al siguiente paso es mayor que la parte de ti que pide, fatigada, detenerse. Gotas que si durante tus entrenamientos tienen un gran valor, el día del Gran Triatlón valen tres veces más.

Y estás a punto de comenzar a derrocharlas. Vas a necesitar cada una de ellas. Y es que todo está a punto. Estás en la línea de salida moviéndote suavemente para flotar oteando cualquier señal que te indique que el silencio se va a romper dando paso al estruendo de miles de brazos golpeando el agua, de millones de moléculas de oxígeno atravesando los alvéolos para unirse con los glóbulos rojos que transportados por la sangre, viajan a toda velocidad empujados a golpe de latidos del músculo cardiaco.

Así, rodeado de miles de almas que, como tú, quieren retar al Gran Monstruo llega la señal que con su sonido pone en marcha el reloj que ya no dejará de avanzar implacable hacia el registro que con tu entrenamiento te hayas ganado. Enfundado en tu segunda piel de neopreno miras a través de tus gafas acuáticas el pulsómetro que rodea tu muñeca y que te hablará durante las siguientes horas, tanto para que aumentes el ritmo como para que lo reduzcas o lo mantengas.

El Gran Triatlón se ha puesto en marcha. Y partir de ese momento sólo tú tienes la posibilidad de detenerlo. El Ironman comienza. Comienza y no terminará hasta que recorras cada uno de sus momentos, hasta que recorras todo su tiempo.


Meta: lugar soñado. (Foto: http://www.trentsironmanteam.org/)

3.2.10

¿Qué buscan?.

Enero del 2010. Barcelona amanece entre el sol y las nubes. La temperatura para entrenar es perfecta. La montaña de Collserola se presenta de nuevo como el lugar mágico, el escondite en el que triatletas de todos los niveles de rendimiento llevarán sus pasos para volver a sumar hacia sus objetivos, hacia su Ironman.

La Carretera de las Aguas serpentea con su trazado llano de tierra toda la parte central de esa montaña que oxigena la Ciudad Condal. Desde el kilómetro cero, no importa la hora del día o de la noche, parten los esfuerzos de todos los que buscan en la meta el fin que justifique todos los medios, los esfuerzos que hagan realidad un sueño: finisher.

Entretanto, compartiendo un café y una conversación, dos deportistas: profesional (DP) y amateur (DA). Charlan sobre la filosofía de vida que les une, sobre la parte del rendimiento que coincide en ambos casos, sobre qué les mueve a retarse a diario.

DP: “En ocasiones, incluso siendo mi profesión, mi futuro y mi forma de vida, me planteo el sentido de todo lo que hago, de mis entrenamientos, de todo el esfuerzo que dedico a prepararme para el objetivo principal de la temporada. Es en esos momentos cuando me pregunto: ¿por qué deportistas amateurs de todas las edades pueden entrenar y entrenar sin descanso cuando además de hacerlo han de atender a muchas más cuestiones el resto del día? ¿qué buscan?”.

DA: “El esfuerzo les hace libres, el entrenamiento les da la posibilidad de saber que pueden más, que quieren más, que desean ser mejores de lo que una vez fueron, que el mejor reto es el que está por conseguirse”.

DP: “Cierto, en algunos aspectos coincido. Pero también es verdad que su vida no es únicamente su deporte, tienen que atender al mismo momento que preparan su competición a multitud de cuestiones que les exigen también gran cantidad de energía. Entonces, ¿de dónde la sacan? ¿qué les empuja a seguir?”.

DA: “La ilusión. Los ojos de un soñador del Ironman brillan cuando habla de su prueba, de la lucha por encontrar agua libre en la natación, de la fatiga en los últimos 30km del sector de ciclismo, de la magia al finalizar la maratón y llegar a meta. Los ojos de un soñador del Ironman sólo se pueden contemplar cuando cruza la línea de llegada entre la alegría, la extenuación y la sensación de entrar en el olimpo. La ilusión por lo que hacen y lo que ello les posibilita vivir les da la energía para retarse a diario. En su ilusión está la clave”.

DP: “Es admirable. Son merecedores del máximo respeto, por ello los primeros profesionales en llegar a meta van a esperar a los últimos triatletas en cruzar el final del Ironman. Por respeto, como demostración de que cualquiera que sea capaz de superar la prueba, es merecedor del mismo galardón, de los mismos honores. Es admirable”.

DA: “En efecto. ¿Pero sabes lo mejor? Lo mejor es que buscan lo más sencillo. Ese estilo de vida, esa filosofía les moldea exteriormente para ser capaces de cubrir las distancias en el agua, sobre las dos ruedas y corriendo hacia meta, pero al mismo tiempo, esa filosofía les moldea interiormente, les fortalece, les hace descubrir esa parte de cada uno de ellos que está ahí dentro esperando ser activada, les abre las puertas a una forma de ver la realidad desde un prisma en el que la palabra “puedo” es el gran poder del individuo. Sencillamente, a través de esa forma de vivir, se buscan a sí mismos. Esto es, buscan lo más importante. ¿Y lo mejor?: que lo llegan a descubrir.

DP: “Me apetece ir a mezclarme con esa gente. Vamos a correr al rincón mágico de Barcelona. Vamos a la Carretera de las Aguas”.

DA: “Me alegra que tengas su mismo espíritu. Vamos”.

Minutos después, deportista profesional y deportista amateur, compartían sesión en Collserola. En el camino, muchos que buscaban lo que ellos: a sí mismos.



Hasta el momento de tomar la salida, el reto está en el día a día. (Foto: www.ironman.ch)

26.1.10

Escuchando ahí dentro.

Entrenar, entrenar, entrenar. Cuando se da el primer paso para dirigirse hacia el Ironman, el verbo que sigue a ese momento es siempre entrenar. Poner a punto la maquinaria de billones de células para el día más duro, para los kilómetros más exigentes, para el sueño más grande no puede conseguirse de otra manera que no sea probándose a diario. Por ello, entrenar, entrenar, entrenar es la base.

En los años 50 y 60 algunos países del este de Europa tenían el convencimiento de que cuanto más se entrenaba, mejor. Pero con el avance de la ciencia y las investigaciones en torno a la fisiología deportiva las evidencias mostraban lo contrario: entrenar es la base, pero no por hacerlo más (sin límite), se consiguen más mejoras en el rendimiento.

El siglo XX ha quedado atrás y sin embargo todavía hoy algunos deportistas y entrenadores siguen con el convencimiento de que “más es mejor”. Llevan sus planificaciones hasta límites en los que el organismo del deportista es incapaz de asimilar correctamente las cargas, algo que impide que se adapte correctamente y que por lo tanto obtenga los beneficios que de otra forma, más lógica, sí conseguiría con el consiguiente aumento del rendimiento.

Esencial es por lo tanto la identificación de signos que indiquen una potencial fatiga por sobreentrenamiento. Esta llega por varias razones, entre las que se pueden destacar la sucesión de descansos incompletos entre sesiones durante largos periodos de tiempo, la acumulación de cargas excesivas que el organismo es incapaz de asimilar y la incorrecta reposición de nutrientes paralela al proceso de entrenamiento.

Pero el organismo avisa. Y avisa con tiempo cuando el listón se está poniendo muy alto en el día a día. Va lanzando señales que tenidas en cuenta a tiempo hacen posible frenar un proceso de fatiga excesiva que de no detenerse puede necesitar de meses para ser revertido.

La primera identificación del exceso de entrenamiento se puede localizar mediante la frecuencia cardiaca basal. Nada más despertarse y todavía en la cama y con la luz apagada, las pulsaciones que el corazón va produciendo son un dato clave. Es por ello importante tomar esa información de forma regular siempre tras haber dormido entre 7 y 9 horas. En el momento que la frecuencia cardiaca basal aumenta entre 5 y 10 latidos/minuto de media, podemos comenzar a considerar que el organismo está haciendo un esfuerzo extra para recuperarse, esto es, que la fatiga persiste.

Acompañando este primer dato, la falta de apetito continuada es un segundo punto de atención al que hay que prestar la máxima atención. Si bien el organismo está demandando mayor cantidad de energía para reponerse del esfuerzo físico, las señales que producen la sensación de hambre se inhiben.

Durante la noche, otro signo inequívoco es la imposibilidad de dormir adecuadamente. Ello es debido a la “lucha” que el organismo está manteniendo para recuperarse del exceso de estrés acumulado durante las sesiones de entrenamiento. Y aquí es donde se une este punto con el primero: ese esfuerzo aumentado por recuperar todos los sistemas funcionales produce un aumento de la frecuencia cardiaca basal cuando es medida a primera hora de la mañana. En definitiva, el corazón muestra la mayor actividad en el organismo por recuperarse tras la carga aplicada.

Finalmente, una cuarta señal viene dada por el cambio en el carácter. La apatía y el mal humor, si bien son dos cuestiones muy subjetivas, también pueden mostrar (siempre tenidas en cuenta junto con los signos anteriores) un exceso de entrenamiento en el camino hacia el Ironman.

En definitiva, la respuesta está en el interior. Saber leer las señales que constantemente va dando el organismo es el mayor seguro para comprender qué está pasando, qué tal están yendo los entrenamientos, qué tal se está desarrollando la planificación. La idea es clara: escucha ahí dentro.



Controlar las cargas evita el sobreentrenamiento. Evitar el sobreentrenamiento aumenta las posibilidades de llegar al máximo rendimiento (Foto: www.ironmanaustria.com).

16.12.09

Ese punto más.

Karen Smyers venció en la edición de 1995 del Ironman de Hawai. Su gran rival en la pugna por la primera plaza de la categoría de profesionales femeninas se derrumbaba en el suelo a tan solo unos metros de la línea de meta. Parecía increíble. Parecía que Paula Newby-Fraser, siete veces ganadora en el Ironman de los Ironman, no podía estar sucumbiendo a la fatiga acumulada durante un día que en la historia de la prueba se recuerda como uno de los más duros por sus condiciones de calor, viento y humedad.

Pero Paula también tenía un límite que curiosamente encontró cuando ya divisaba esa línea de llegada tan familiar para ella. De repente, se paró, se tambaleó, apoyó sus manos sobre las rodillas y vio a Karen pasar a su lado corriendo, sin poderse mover ni un milímetro. Después sólo tuvo tiempo de desencajar algo más su cara, fruto de la decepción, y desplomarse al suelo. Había llegado al extremo.

Existen diversos tipos de fatiga pero sólo una definición de ella: la incapacidad para mantener el rendimiento a nivel óptimo. Aquel día en que “Keen of Kona” (la Reina de Kona) caía, podríamos analizar qué sucedió desde varios puntos de vista.

Por una parte un estudio de las reservas energéticas que marcan la posibilidad para seguir manteniendo un esfuerzo de intensidad óptima habría mostrado un descenso alarmante de los niveles de glucógeno muscular, la energía “súper” del organismo. En consecuencia, podríamos hablar de fatiga energética.

Además, la destrucción de las proteínas que conforman las fibras musculares, llegada la parte final del Ironman, habría mostrado valores muy elevados de desestructuración en el tejido contráctil. A ello le debemos unir el estrés acumulado producido en articulaciones, tendones y huesos. En definitiva, variables que dan como resultado una fatiga estructural que también fue parte del k.o. de Paula.

Si a estas dos variables le sumamos una tercera, la fatiga producida por la deshidratación acumulada durante más de nueve horas de esfuerzo en condiciones de calor y humedad elevados, el resultado es el conocido: Newby-Fraser cediendo el trono a Smyers.

Pero, si bien aquella fecha del mes de octubre de 1995 es recordada por aquel momento lleno de imágenes contrapuestas entre el punto de ruptura de la campeona y el momento de gloria de la aspirante, no es menos cierto que también puede ser recordada por aquellos que cruzaron la línea de meta antes de las 17h con las que oficialmente se cierra cada edición.

Entonces, ¿acaso los aspirantes amateur a finisher que llegaron después supieron controlar mejor su fatiga que Paula, una triatleta experimentada, inalcanzable incluso a día de hoy por la acumulación de títulos que consiguió?. Difícilmente. Newby-Fraser se conocía al máximo pero puede ser que la fatiga que la hizo claudicar tuviese un origen distinto.

Ser referente y haberlo conseguido todo en ocasiones desencadena en algunos deportistas una de las peores fatigas que se pueden dar: la mental. El estímulo a vencer, al ser conocido y haber sido superado en tantas ocasiones, puede llegar a no generar en el organismo la cascada de reacciones químicas necesarias como para que todos los sistemas den el máximo el día clave, el día de la competición.

Por ese motivo, todos esos triatletas cuya única meta es finalizar por primera vez el Ironman, tienen un punto de motivación que nunca les falla. El estímulo es desconocido, es nuevo, es atractivo, es imponente y por él pueden llegar a exprimirse hasta límites que ni tan siquiera ellos podrían haber imaginado antes. Someten al organismo a entrenamientos, a momentos al alcance únicamente de aquellos que sueñan con tanta fuerza como ejecutan, al alcance únicamente de aquellos que realmente quieren conseguir su objetivo: la medalla de finisher.

Para éstos, la fatiga mental no existe si el proceso de entrenamiento está bien guiado, si conlleva estímulos constantes y diversos, si creen en lo que hacen, disfrutan de sus sesiones y comprueban sus avances a nivel de rendimiento. Para los nuevos aspirantes no existe parar, no existe detenerse a unos pocos metros de meta. En esos momentos en los que el organismo ha llegado a la máxima fatiga física es cuando la ilusión vence a cualquier fatiga mental.

Curiosamente Karen Smyers, la vencedora en el 95, años después afirmaba que los momentos más bonitos a nivel deportivo son aquellos que van desde las 14 a las 17h en la meta del Ironman cuando no paran de entrar triatletas con los ojos llenos de felicidad. Puede ser que la ilusión que le movió a ella, al límite de sus fuerzas, para adelantar a Paula sea la misma que la que empuja a los debutantes en el Gran Triatlón. En ambos casos el análisis coincide: la ilusión vence a cualquier fatiga. ¿No te apetece vivir esa experiencia?.



Paula Newby-Fraser, al límite, a pocos metros de la meta del Ironman 1995. (Foto: www.skomt.ebrana.cz).

21.11.09

Dos hidrógenos y oxígeno.

Litros y litros. Una vez que arranca el Ironman, a las siete de la mañana, así se podría resumir lo que cada triatleta vive durante las horas que separan la línea de salida, de la mágica llegada con la voz del “speaker” gritando tu tiempo, tu dorsal, tu nombre.

Curiosamente todos esos litros tienen una característica común. Todos los miles que hacen posible que más de mil almas comiencen a dar brazadas durante 3,8km, todos los miles que se van evaporando de la piel durante los 180km de pedaladas, todos los miles que cada poro elimina mientras se van descontando kilómetros a la maratón que conduce a meta, todos esos miles, son de agua.

El elemento que hace posible la vida en la Tierra, ese que se busca en Marte y en distintos puntos del Sistema Solar, ese que se descifra por la fórmula del H2O, ese, también hace posible el Ironman, también posibilita que cada finisher se cuelgue su medalla.

El organismo humano es básicamente agua. Aproximadamente el 66% del peso corporal es H2O, pero algunas partes del mismo contienen un porcentaje mayor como es el caso del cerebro (>80%) o la musculatura (>70%) mientras otras zonas acumulan menor porcentaje, como el tejido graso (<25%).

En función de la cantidad de agua que tiene un tejido podemos saber la dependencia de éste sobre el líquido elemento para funcionar correctamente. Por ello, la hidratación durante el proceso de entrenamiento y la competición de cualquier aspirante a llegar antes de las 17h a la línea de meta, es una cuestión esencial que se ha de cuidar al máximo.

En torno a 450-650 litros de H2O puede ingerir un triatleta durante los meses de preparación antes del Gran Día. Y es que, la musculatura depende en gran medida de ella para funcionar correctamente. Además, como quedó apuntado, el cerebro, para su correcto equilibrio y con ello la coordinación de los millones de acciones voluntarias e involuntarias que el organismo requiere para mantenerse con vida, también está condicionado por la cantidad de agua que contiene.

Uno de los más prestigiosos entrenadores del mundo del Iroman, Joe Friel afirma que en el triatlón, la nutrición es tras la natación, el ciclismo y la carrera a pie, el cuarto sector. Dentro de ella, la hidratación es “the key” (la clave). Cuando el esfuerzo físico aumenta, las reacciones químicas a través de las que se obtiene energía para la contracción y relajación muscular, producen calor. Ese calor ha de ser eliminado del interior del cuerpo para que éste siga funcionando correctamente. La forma de expulsarlo es a través del agua (en forma de sudor) que a través de los poros, se lleva al exterior.

Pues bien, esa pérdida constante de agua requiere ineludiblemente de una reposición constante para mantener el equilibrio entre deshidratación y rehidratación. Esta cuestión ineludible hace que en los entrenamientos más específicos de la planificación del triatleta, una parte que debe estar también entrenada sea la forma de hidratarse, el protocolo de ingesta de líquidos, qué concentración de ellos se mezcla con las sales minerales y con los azúcares y qué sabores y temperaturas son las más aconsejables en cada momento.

Albert Einstein formuló la Teoría de la Relatividad. Afirmaba que todo en el Universo es energía, una idea que revolucionó el conocimiento científico. Pues bien, de toda esa energía que conforma nuestro día a día, la que concluye con la fórmula del agua es de la que más dependemos para vivir. Por consiguiente, es de la que más dependemos para llegar a hacer realidad el Gran Reto del Ironman.



Hidratación bien programada, meta más próxima. (Foto: www.ironmanaustria.com).

9.11.09

Otra dimensión.

Cada día cuenta para alcanzar tu meta. Cada paso es importante para lograr tu objetivo. Cada parte de tu esfuerzo te acerca a vivir esa otra dimensión.

Sigues, sigues, sigues. Te has comprometido con aquello que más te obliga, con aquello a lo que nunca puedes fallar: te has comprometido contigo mismo. Por eso no paras, por eso, después de entrenar, vuelves a entrenar y más tarde, lo vuelves a hacer. Entrenar, esforzarte, entrenar, esforzarte. Ese es tu día a día para no fallarle a lo más importante, no fallarle a tu filosofía de vida. Ese es tu día a día: no descansar en el empeño de alcanzar a aquel que una vez fuiste y después, después superarlo.

El despertador marca la hora que separa el momento de soñar con tus objetivos del momento de ponerte en marcha para alcanzar esas metas. Esa hora en la que repasas tu cuerpo conforme te pones en acción. Esa hora que rompe con la tranquilidad. O quizás ni eso. Porque cuando te introduces en tu mundo de exigencia, el que se describe por el esfuerzo de tus brazos y tus piernas, de cada músculo de tu cuerpo, no hay tregua. Veinticuatro horas enlazan con otras veinticuatro más. Y así un amanecer tras otro.

Al levantarte, al contactar con el suelo, dejas atrás el lugar donde recuperas energías. Lo haces para seguir recorriendo tu camino. Y es que en ese camino que te empuja hacia tu siguiente pequeño reto, ese de completar otra sesión marcada, ese de cumplir con tus pulsaciones, ese que tu planificación ha considerado adecuado para dar otro paso adelante, en ese camino no existe la pausa ni en tu imaginación.

Cuando finalizas la lucha diaria contigo mismo, tu mente ya comienza a visualizar la siguiente guerra. Batallas que libras contigo mismo para saber dónde están tus límites, para después, superarlos, sabiendo que el gran día lo merece todo. Batallas entre la parte de ti, que fatigada, dolorida, cansada, te pide descanso y la parte de ti que siempre quiere más, que siempre considera que no hay suficiente, que siempre pide máxima exigencia y más lucha y más perfección en lo que te define.

Porque eso es lo que quieres, la perfección. Llegar a meta sabiendo que has sido el mejor “tú mismo”. El mejor que has conocido, que has sentido, que has vivido.

Lo das todo para cruzar ese momento. Todo para alcanzar por primera o por enésima vez esa experiencia. La de llegar a meta. ¡Qué momento!. ¡Qué imagen!. ¡Qué sensación!. ¡Qué escalofrío!. ¡Qué recuerdo!. Tan intenso que lo puedes volver a sentir siempre que lo quieras reproducir en tu película mental. Esa en la que los buenos momentos tienen un rincón especial que los protege de ser borrados para que de esa forma, estando siempre presentes, te sigan empujando a querer más.

Pero no te vale con la memoria de lo que viviste. Por eso quieres renovar ese instante final. Quieres de nuevo esa sensación indescriptible donde alegría, esfuerzo, dolor, energía, poder, ilusión y sueños se mezclan en un cocktail que te lleva a otra dimensión. La dimensión de los que quieren y pueden. La dimensión de los que luchan por sus sueños hasta conseguirlos. La otra dimensión, el Ironman, tu dimensión.


Llegas a meta. Eres Finisher. Eres Ironman.

28.10.09

Cuéntame un cuento.

Rápido, fácil y sin esfuerzo. Esas son, hatibualmente, las tres claves que aseguran el éxito en la sociedad actual. Todo ha de suponer una implicación muy leve queriendo obtener a cambio grandes beneficios. Así funciona la mayoría de asuntos en el día a día, pero afortunadamente, no todos.

Aprovechándose de esa triste y vacía perspectiva existen los “cuentacuentos”, individuos que sin la necesaria formación, documentación y experiencia se sienten con la libertad y autoridad suficientes como para responder las preguntas de aquellos deportistas inquietos que deseando, de manera correcta, cuidar cada uno de los detalles que les acerquen a su máximo rendimiento, acuden a alguien que supuestamente conoce la verdad.

Un campo en el que la necesidad de los deportistas por estar informados, buscando sus mayores prestaciones, se une con los aprovechados “cuentacuentos” que lanzan sus mitos y leyendas al aire, es el de la nutrición. Y es que, cualquier triatleta que prepare un Ironman debe tener en cuenta multitud de variables al respecto: nutrición en las comidas principales del día, entre éstas, antes, durante y después del entrenamiento y la competición y suplementación con batidos, vitaminas y minerales son algunas de las premisas a estudiar.

Fórmulas maravillosas, trucos secretos, productos milagrosos y pastillas exclusivas son el elenco de posibilidades que, en la mayoría de casos sustituyendo a la comida natural, venden los “cuentacuentos” de la nutrición. Gracias a ello, el mercado de vitaminas, minerales, batidos y productos nutricionales varios ha experimentado tal aumento en los últimos años que varias empresas del sector han entrado a cotizar, dado su crecimiento económico, incluso en la Bolsa de Wall Street.

Pero la realidad es otra. Las evidencias científicas apuntan en otro sentido. Los investigadores serios y los trabajos rigurosos en el mundo del Ironman llevan otro camino. Una dirección en la que la primera afirmación se ciñe a la premisa de que la prioridad está en los alimentos naturales, en la cocina de siempre, en la comida de plato, cuchillo y tenedor. Una vez desarrollada correctamente esa idea, llegaría la segunda: los suplementos sólo son necesarios en contadas ocasiones y, por supuesto, no son imprescindibles para llevar a cabo un proceso de preparación para el Ironman, algo que demuestran diversos estudios.

Entonces, ¿cuándo incluirlos?. Batidos de carbohidratos, de proteínas, aminoácidos, vitaminas y minerales deben ser suplementados cuando existe un déficit potencial o real de alguno de ellos, en momentos en los que el entrenamiento (y/o el desgaste diario) es de una exigencia máxima o cuando a través de los alimentos naturales no se llega a las cantidades adecuadas de nutrientes para asegurar un óptimo funcionamiento y rendimiento del organismo. Exceptuando esos casos, no tienen sentido.

Así pues, pensar antes en qué batido adquirir, en qué vitaminas tomar o en qué aminoácidos añadir a la bebida, antes de saber cómo nutrirse correctamente en las distintas fases del día y antes, durante y después del entrenamiento y la competición, es un error a todas luces. Error al que induce la rapidez con la que se quieren conseguir los resultados, la búsqueda de aquello que sea más fácil para mejorar el rendimiento, la intención de no esforzarse en saber lo que es correcto, sobretodo si supone paciencia, tiempo y dedicación. Error, gran error el de dejarse encantar por los “cuentacuentos”.

Afortunadamente también hay formas de evitar la trilogía de lo rápido, fácil y sin esfuerzo. Y es que hay una “isla” en la que todo eso no vale de nada. Un mundo en el que la paciencia, la complejidad y la entrega son tres grandes virtudes de los protagonistas que habitan en esa realidad. Afortunadamente existe un lugar en el que las reglas normales, no cuentan: existe el Planeta Ironman.



En el Planeta Ironman, la nutrición es una de las claves a cuidar cada jornada. (Foto: http://www.ironmanaustria.com/).

21.10.09

Subes, o bajas.

No importa. Da lo mismo. Es indiferente. Puedes hacer “click” en la casilla que te inscribe al Ironman de Sudáfrica, al de Niza, al de Western Australia o al de Lanzarote. Pruebas totalmente diferentes en cuanto al desnivel que suponen los 180 kilómetros sobre la bicicleta. Competiciones en las que el perfil no tiene nada que ver y que, sin embargo, completarías en un mejor crono si en la planificación del entrenamiento de todas ellas incluyeses un elemento fundamental a la hora de conseguir un mayor rendimiento sobre las dos ruedas: los entrenamientos en ascenso.

La transferencia del trabajo aeróbico en la piscina tiene una repercusión positiva muy leve sobre el rendimiento en el ciclismo y la carrera a pie. Así mismo, la transferencia de esta última sobre el rendimiento sobre la bicicleta también es muy reducida. Pero cuando se invierten horas y horas, kilómetros y kilómetros en la carretera, el sector de la maratón en el Ironman se puede ver muy beneficiado al incrementar el nivel pedaleando.

Ese es el primer motivo por el que un triatleta que aspira a mejorar en el Gran Triatlón ha de aumentar de forma importante el volumen a cubrir en el entrenamiento del segundo sector. Pero además del volumen (la cantidad del esfuerzo), también la calidad del mismo. ¿Cómo? Con trabajos seriados en los que las sesiones con ascensos (puertos), sean un protagonista importante durante varios días en cada microciclo.

En ese entrenamiento enfrentándose a pendientes de distintos porcentajes y longitudes, la mejora de una variable clave en el óptimo rendimiento del triatleta, la potencia relativa del individuo, se consigue de manera directa. Para ello se estimulan los distintos tipos de fibras que se encuentran en la musculatura (lentas o ST y rápidas o FT), aspecto que repercute positivamente en una mejora de la vía aeróbica para la obtención de energía al mismo tiempo que se favorecen las condiciones para que las fibras de contracción rápida “colaboren” más activamente en esfuerzos prolongados como es el caso del Ironman.

Con todo ello, el rendimiento en la carrera a pie se beneficia de manera muy importante por lo que en el campo de la preparación física se conoce como “entrenamiento cruzado”, un arma que en el triatlón debe utilizarse continuamente para aumentar el rendimiento final del futuro finisher. Esta variable consiste en los beneficios que se obtienen en el rendimiento de una especialidad gracias al entrenamiento de otras especialidades. En el caso del Ironman, se producen beneficios obtenidos en la carrera a pie debidos al incremento del trabajo sobre la bicicleta.

Pero claro está, la mayor repercusión del entrenamiento en puertos se originan directamente sobre el ciclismo. La fuerza específica, un aspecto clave para aumentar la velocidad media en los 180km, se desarrolla de manera idónea mientras que la capacidad de mantener un esfuerzo a intensidades elevadas va siendo mejorada conforme avanzan las semanas.

Con ello los beneficios a nivel muscular y metabólico, así como en lo referente a cuestiones articulares (debido a que se consigue un gran trabajo en las fibras sin la presencia de impactos) son mayúsculos cuando el entrenamiento se planifica correctamente e incluye parte de las sesiones en esos lugares mágicos en los que perderse entre las curvas, las pendientes imposibles y las cimas montañosas es un privilegio digno de ser disfrutado al máximo mientras la respiración forzada te permite seguir subiendo, escalando, sufriendo.

No importa. Da lo mismo. Es indiferente. Sea cual sea tu próximo Ironman está claro, o subes el nivel a través de ascensos completados sobre la bicicleta, o bajará tu rendimiento final. Así que, o subes, o bajas.



Ironman de Lanzarote. Viento, lava, sol y... ascensos. (Foto: http://triathlon.competitor.com/).

12.10.09

El Gran Marcel.

Finisher de Finishers. El reto máximo, superado. La meta más prestigiosa, cruzada. Hawai conquistado.

Algo más de una hora de natación (1h01'43''), cinco horas veinte minutos y cincuenta y tres segundos en el parcial de ciclismo y una maratón completada en 3h17'16'' fueron los tiempos que Marcel Batlle invirtió en el Ironman de los Ironman para llegar a completar las 140.6 millas del recorrido en el que se dan cita cada año los triatletas que han conseguido plaza para el Ford Ironman World Championship en Kona (Hawai).

Siempre bajo una gran organización, digna de un evento de dimensiones internacionales desarrollado en los Estados Unidos, el barcelones afirma que la dureza del recorrido es mayúscula, por una parte por el viento extremo que azota el sector ciclista y por otra por el calor asfixiante y húmedo que ahoga a los 1700 participantes que cada año vuelan a La Meca del triatlón para bautizarse como finishers en la capital del Ironman a nivel mundial.

Durante 9h46'41'' Marcel llevó el dorsal que le identificaba por las 2.4, 112 y 26.2 millas de los tres actos del recorrido. Llegó a meta con la sensación de estar en un lugar especial, un lugar en el que ahora, él era el protagonista.

En el Mundo del Ironman, Marcel ya es "El Gran Marcel".



10.10.09

Dorsal 1678: es tu momento.

Ha sonado el cañon en la Isla Grande de Hawai. Allí son las 7:00 am, hora en la que se pone en marcha el Ironman más prestigioso del Mundo.

Sólo los que han conseguido plaza tienen derecho a nadar, pedalea y correr en Kona para llegar a la meta que todo finisher querría cruzar.

Allí, en el otro lado del globo, en la otra punta del planeta está Marcel Batlle. Después de su clasificación en el Ironman de Niza con un tiempo de 9h27', un 19º puesto en la general y un 2º lugar en su grupo de edad, agarró el slot a que tenía derecho y comenzó a preparar su competición en La Meca.

Dorsal 1678. Es momento de disfrutar del Ironman de los Ironman. Es momento de competir. Es tu momento.


Marcel Batlle. (Foto: http://marcelbatlle.blogspot.com/).

7.10.09

De Barcelona a Cádiz.

Objetivos conseguidos. Así resumieron los distintos triatletas D+E su participación en las diferentes competiciones que tuvieron lugar este fin de semana en distintos puntos de la Península.

Zeben volvía a competir. Lo hacía en el Triatlón Titán de Cádiz y consiguió demostrarse que está en condiciones de afrontar el Gran Reto del Ironman de Lanzarote. Cruzar esa meta de nuevo, será lo máximo.

Por su parte, los sevillanos Manuel Soto y Gerardo Gallardo finalizaron por vez primera un triatlón de distancia Ironman, concluyendo el Challenge de Barcelona en 11h40' y 10h23' respectivamente.

En la misma prueba, Daniele Guernieri cruzó por octava vez la meta sobre la máxima distancia del triatlón con un tiempo de 10h40'. A partir de ahora pensará en el Ironman de Australia, en el mes de diciembre.

Todos sumando, todos más cerca de sí mismos. Todos con el Ironman en el siguiente horizonte.

Daniele Guernieri. Octavo Finisher sobre la distancia.

3.10.09

De Cádiz a Barcelona.

Mientras se acerca la hora del Ironman de Hawai el próximo 10 de octubre, dos competiciones de larga distancia se desarrollan este fin de semana para algunos de los triatletas D+E.

Por una parte, Zeben González compite en el Triatlón Titán de Cádiz, una prueba de extrema dureza, sobretodo por el perfil a cubrir en el sector de ciclismo. Un acontecimiento con una organización excepcional que supone para el tinerfeño la vuelta a la competición después de largos y duros meses de entrenamiento. Será su día, seguro. Vuelve Zeben.

Por otro lado el Barcelona-Challenge, donde competirá el cuatro veces vencedor del Ironman de Niza, Marcel Zamora, se disputará por primera vez en nuestro país. A él acuden Manuel Soto y Gerardo Gallardo desde Sevilla para debutar en la distancia. También Marc Gispert, tras un gran Ironman en Niza, tratará de terminar la temporada de la mejor forma posible. Por su parte, Daniele Guernieri afrontará su novena prueba sobre los 3,8+180+42. Con ella tratará de dar un paso a más a nivel de experiencia antes de viajar en diciembre a Australia para competir en uno de los dos Ironman de aquel país.

Tanto los debutantes como los expertos van a disfrutar de la magia de este deporte.

Todo lo mejor para el largo día. ¡A por el Gran Reto!.



Norman Stadler vuelve a ser favorito para la victoria final en Kona el próximo 10 de octubre. El sector de ciclismo será su apuesta principal. (Foto: www.ironman.ch).

25.9.09

¿Quieres mejorar?. Entonces, descansa.

Ocho de la mañana. Crono en marcha. Comienza la sesión. El organismo parte de una situación estable en la que el nivel de rendimiento es el adecuado para afrontar la transición que hay que completar hoy: 100km sobre la bicicleta para luego correr 20km más. Los ritmos pedaleando serán entre las 175-130 pulsaciones por minuto, incluyendo cuatro puertos de 8km ascendidos entre 325-300 vatios y con una cadencia de entre 95-85 revoluciones por minuto. En la carrera a pie el futuro finisher deberá mantener un ritmo continuo entre las 165-160 pulsaciones por minuto durante los kilómetros 3 y 15 para terminar hasta el 19 aumentando la intensidad hasta correr a 3’45’’/km.

Durante todas las horas de esfuerzo, las demandas a nivel energético, metabólico, nervioso y estructural irán haciendo que la fatiga vaya incrementándose paulatinamente. Ese es el objetivo del entrenamiento: fatigar. Meses y meses destinados a encadenar cargas que originen en el interior del organismo la necesidad de sobreponerse a ese estado y prepararse para la siguiente sesión.

Pero, si el entrenamiento (en su mayoría) es fatiga, ¿cuándo se mejora?, ¿cuándo se incrementa el nivel de rendimiento?. Curiosamente, cuando se descansa. Es en ese momento cuando se produce la recuperación a todos los niveles. Pero no una recuperación hasta alcanzar el mismo punto del que se partía, sino una recuperación que aumenta ligeramente el nivel anterior que se tenía a las ocho de la mañana, antes de poner el crono en marcha. A ese proceso se le conoce como “sobrecompensación”.

El adecuado encadenamiento de sesiones que producen fatiga con fases calculadas de descanso en las que dar tiempo a la sobrecompensación es lo que lleva al triatleta a aumentar paulatinamente su nivel conforme va descontando días en el calendario hasta colocarse en la línea de salida del Ironman. Esa fecha, a las 7:00am, su nivel de rendimiento deberá ser el mayor, el más alto en toda su planificación. Con ese objetivo se entrena.

Suena el cañonazo que da paso a los 3,8+180+42. Instantes para los que se ha estado cuidando cada detalle, en los que el límite de la resistencia física y psicológica se ponen a prueba, en los que desear la meta es sinónimo de alcanzarla.

Claro está que esas 140,6 millas requieren de un esfuerzo sublime. Consecuencia: una fatiga extrema a todos los niveles cuando llega el momento de colgarse la medalla de finisher. Minutos en los que la alegría se funde con la extenuación, en los que la emoción de haber conseguido el objetivo se mezcla con la sensación de “energía cero” en el cuerpo. Minutos, sin embargo, en los que muchas mentes comienzan a volar hacia el siguiente Ironman.

Pero es momento de parar. Es momento de descansar. Es momento de permitir al cuerpo y a la mente una recuperación (necesaria) a todos los niveles. Al mismo tiempo, es el instante perfecto para que, gracias a esas semanas (e incluso meses) posteriores a finalizar el Ironman, se facilite al organismo consolidar y asimilar lo que durante toda la planificación previa a la competición ha ido consiguiendo: aumentar su nivel de rendimiento.

Por ello, tras la competición de un día más dura del Mundo, se hace preciso reducir la exigencia, permitir que el cuerpo cierre las “heridas”. Serán meses de transición hasta el inicio de la siguiente temporada en los que el entrenamiento debe ser cómodo, sin obligaciones y sin grandes exigencias: take it easy (tómatelo con calma). De esa forma se conseguirá la mayor y mejor sobrecompensación posibles, ya que el organismo aumentará así sus posibilidades potenciales de rendir por encima del nivel que alcanzó antes del Ironman.

De lo contrario, si tras finalizar una temporada se quiere mantener el nivel de exigencia elevado, la asimilación y consolidación de lo anteriormente entrenado no se conseguirá debido a un estado de fatiga demasiado prolongado, perdiendo, en parte, todo lo mejorado hasta la fecha, fruto del estrés excesivo carente de fases de menor carga.

Unido a ello, cuando se pretendan abordar las fases más exigentes de la siguiente planificación, el organismo no estará totalmente preparado, no podrá dar lo mejor de sí mismo a causa de la inexistencia de un periodo (necesario) de menor intensidad. Como consecuencia, las recuperaciones serán peores y las posibilidades de “empujar hacia arriba” el nivel de rendimiento, mucho menores. El desgaste acumulado ocasionado por un déficit en el descanso habrá minado la capacidad de rendir por encima de lo anteriormente alcanzado.

En conclusión, si quieres que tu próximo Ironman sea mejor que el anterior, al finalizar la temporada tómate tu tiempo, aumenta el descanso, reduce la carga y entrena sencillamente para mantenerte activo. Tu rendimiento, lejos de ser menor, aumentará, se incrementará para la siguiente ocasión en la que te quieras enfrenar a las 140,6 millas. Eso sí, mientras tanto sí puedes hacer algo de forma más intensa: soñar con la próxima línea de meta.


Sueños al agua.

15.9.09

Impulso para debutantes.

Año tras año aumenta la bibliografía que expertos del mundo del rendimiento deportivo en general y del triatlón en particular van aportando a todos aquellos interesados en crecer a nivel de conocimientos en torno al Ironman.

Una de las últimas aportaciones la constituye el libro "Going Long. Training for Ironman-Distance Triathlons" (Editorial VeloPress). Sus autores, Joe Friel y Gordon Byrn son dos entrenadores de prestigio que han guiado los pasos de triatletas de élite durante años.

Pero además, han vivido el Ironman desde dentro, compitiendo en él y experimentando lo que cualquier persona que se enfrenta a la prueba siente durante cada entrenamiento y en el día clave. Por supuesto, una vez fueron debutantes en la distancia y por ello animan en las primeras páginas del libro a todos aquellos que quieran asumir el reto de competir en ella.

Sirva el siguiente extracto como botón de muestra de una obra de referencia en el mundo del Ironman. Una líneas en las que se refleja a la perfección la filosofía que envuelve al Ironman.

"¿Puedo hacerlo?. Prácticamente todo deportista se hará esta pregunta en algún momento de su camino hacia la prueba. La realidad es que, cualquiera puede hacerla si realmente lo desea con fuerza y cada Ironman incluye un gran número de debutantes. No existe mayor reto en el triatlón que el Ironman y finalmente la decisión siempre es tuya y sólo tuya. La verdadera respuesta reside dentro de ti. Tú harás el entrenamiento, tú marcarás los necesarios compromisos y tú perderás en cierta medida otras partes de tu vida. Para muchos, el sacrificio vale la pena.

Un deportista nunca está "preparado" para un Ironman. La prueba es demasiado larga como para eso. De todas formas, creemos firmemente que cualquiera (y queremos decir cualquiera) puede completar la distancia con la condición de que tenga un ingrediente: voluntad. La voluntad de entrenar y, más importante, la voluntad de terminar. Has de hacerlo por ti mismo. Tienes que querer finalizar, con fuerza. Habrá muchos momentos en tu entrenamiento en los que querrás abandonar, y para no hacerlo aprenderás muchísimo sobre ti mismo. Serás más fuerte; cambiarás. Hay pocas cosas en la vida que nos den la oportunidad de probar cuál es nuestra fuerza interior. El Ironman es una de esas cosas".

Líneas de dos expertos dirigidas a los debutantes pero donde también se puede ver reflejado cualquier veterano. Porque, ¿no es bonito afrontar cada Ironman con la misma ilusión que el primero?.



Going Long. Auténtica obra de referencia.

10.9.09

Fino, fino.

Esculpidos. Así parecen estar los deportistas profesionales que compiten en el Ironman. Esculpidos a base de miles de horas de entrenamiento que van tallando el contorno de cuerpos que son sometidos a la máxima exigencia. Figuras delgadas que desprenden energía, en las que hay tensión, que son la imagen resultante de cuidar cada detalle en el largo camino hasta la competición.

El organismo se mantiene con vida a base de buscar continuamente el equilibrio. Cada respuesta que éste da durante un esfuerzo tiene como objetivo crear las condiciones ideales para compensar las demandas que sobre él se producen. En definitiva, adaptarse cada vez mejor a las exigencias del entrenamiento. Una de esas adaptaciones se puede comprobar a simple vista: cuerpos delgados, finos, musculaturas marcadas bajo una piel que prácticamente no acumula grasa en el tejido subcutáneo.

Esa es la prueba de que el deportista está preparado tras atravesar la planificación del entrenamiento que le ha llevado hasta la línea de salida. Momento al que llega con un bajo porcentaje de grasa que se obtiene por la combinación de distintas variables y que está relacionado con el mejor rendimiento de los triatletas: menor porcentaje de grasa es igual a mayor rendimiento.

Esta afirmación se basa, en primer lugar, en el mayor aprovechamiento del oxígeno que entra en el organismo. Y es que, la práctica totalidad de las células del cuerpo (a excepción de algunas como los glóbulos rojos) necesitan el oxígeno para mantenerse con vida. Por supuesto, para conseguir la energía necesaria para contraerse y relajarse durante horas y horas, los músculos también lo necesitan.

Al tenerse que repartir todo el oxígeno inspirado a las células de cuerpo, si el porcentaje de grasa es mayor y por lo tanto el tejido adiposo es más abundante, la cantidad de oxígeno que requerirá esa parte del organismo (que no ayuda al movimiento) también será mayor. De esta forma, los músculos se ven privados de esa cantidad de oxígeno que sería adecuada para incrementar las posibilidades de aportar la energía óptima para una mejor contracción y relajación, en definitiva, un mejor rendimiento.

Además del peor reparto del oxígeno cuando el porcentaje de grasa aumenta se pueden observar otros efectos indeseados. Uno de ellos, bien conocido, es el aumento de peso. Durante horas el triatleta debe mover su cuerpo a lo largo de 3,8+180+42 y cada gramo de más que arrastre supondrá un esfuerzo extra que deberá realizar en cada brazada, pedalada y zancada.

En pruebas límite como el Ironman, ese pequeño gasto añadido puede suponer una gran diferencia a la hora de cruzar la meta. Por esa misma razón, los cuerpos de los triatletas, para adaptarse mejor al esfuerzo, reducen progresivamente el porcentaje de grasa conforme avanza la temporada, alcanzando el objetivo de competir en su peso óptimo.

Unido a todo ello, otro aspecto esencial es la capacidad de regular la temperatura corporal durante todas las horas de competición. Pues bien, es bien conocido a nivel científico que un mayor porcentaje de grasa corporal empeora las posibilidades de eliminar el calor interno que se va desprendiendo del conjunto de reacciones químicas que se van sucediendo.

Por otra parte, un menor porcentaje de grasa favorece la ejecución de acciones más ágiles a nivel de movilidad. Esto es, biomecánicamente el gesto técnico es mejor, más económico y por consiguiente el gasto energético derivado se reduce con el beneficio que ello supone en la larga distancia.

Finalmente cabe destacar que algunos estudios de investigación han llegado a la conclusión de que aquellos deportistas que se ven con menor porcentaje de grasa, tienen una mejor imagen de sí mismos, confiando más en sus posibilidades de rendir al máximo.

Adaptación, esa es la clave. Por esa razón el cuerpo se va puliendo, se va afilando, se va preparando para la lucha. Estando fino, la armadura está preparada para la batalla.


Lori Bowden en la meta de Hawai. Sus mejores resultados coincidieron con su menor peso. (Foto: www.3athlon.de).

7.9.09

Ironwar.

Nombre: Mark. Primer Apellido: Allen. Segundo apellido: seis veces ganador en Hawai. Así es como puede resumirse una de las leyendas vivas más grandes del Ironman. Un referente que sin embargo no está ausente de etapas en las que el objetivo no era alcanzado, en las que ser vencido era más habitual que ser vencedor.

Nacido en California, Mark Allen estudió la licenciatura de biología y maduró progresivamente en un joven deporte que en la década de los ochenta daba sus primeros pasos. El Ironman había nacido en Hawai en 1978 y se extendía por todo el planeta. A Allen le había cautivado su exigencia y el reto máximo que suponía afrontar las tres distancias de la competición. Sensaciones que nacen de las imágenes que ve de Julie Moss (su actual esposa) quien a menos de 20 metros de entrar primera en la meta de Hawai, fruto de la fatiga, cae rendida viéndose obligada a tener que gatear para cruzar la meta en segunda posición. Era el año 1982 y Allen decide pasar al triatlón dejando atrás sus años como nadador de larga distancia.

Pero su historia no fue fácil en los comienzos. Y es que, si bien dominaba otras competiciones como el Triatlón de Niza, que antes de pasar a ser distancia Ironman suponía nadar 4000m, pedalear 150km y correr 30 más, en Hawai nunca obtenía los resultados esperados. Más bien todo lo contrario. Una y otra vez tropezaba contra el mismo muro.

Entre 1983 y 1988 Mark Allen se presentó en la línea de salida en seis ocasiones, el mismo número de derrotas que obtuvo. Por distintos motivos, siempre era claramente superado. El Ironman de Hawai siempre le vencía. Era la época dorada de otro grande: Dave Scott, seis veces vencedor en La Meca del triatlón.

Lejos de caer en el abandono, Allen siguió preparándose, creyendo en sí mismo, dándole todo a su deporte para que el día de la competición el esfuerzo le fuese devuelto en forma de victoria. Fue el ejemplo más claro de que el Ironman se basa en la voluntad y la paciencia como armas más poderosas y que ambas llevan al triatleta a la experiencia necesaria para alcanzar el mejor rendimiento individual. Años que en definitiva se resumen con la palabra: querer.

Y Mark Allen quiso. Quiso por encima de todo. Se entregó a su entrenamiento con la misma confianza que el que ha ganado en seis ocasiones, cuando él había sido vencido. Sacó fuerza de sus derrotas. Creyó en sí mismo. Convirtió la preparación para Hawai en su única meta. Sabía que Dave Scott le estaría esperando. El duelo estaba servido.

Así llegó la edición de 1989. Seis victorias de Scott frente a seis derrotas de Allen. Era momento de invertir la dinámica. Ya desde la salida se pudo comprobar. Ambos nadaron prácticamente pegados el uno al otro para posteriormente vigilarse de cerca durante las 112 millas del sector de ciclismo. Se calzaron las zapatillas y con ellas escribieron una de las páginas más recordadas en la isla de los volcanes, unos kilómetros que fueron bautizados con el nombre de Ironwar (la guerra del Ironman).

Comenzaron a correr a un ritmo infernal. Ambos, cuando ahora hablan de aquel momento, afirman que su concentración en aquellos instantes era tal que únicamente podían sentir su respiración y escuchar sus pasos acompasados. Había silencio. Ninguno de los dos cedía. Iban a ritmo de 2h40’ en la maratón.

Aquellas imágenes se recuerdan como uno de los instantes más intensos de la historia de Hawai. Los dos favoritos codo con codo ardiendo en la maratón. Sin palabras, porque no podía haberlas ya que todo el esfuerzo era necesario para correr al ritmo del otro. Misma velocidad, mismo objetivo.

Así llegó el momento. El instante en el que Mark Allen, sin pensar, únicamente dejando a su corazón y a sus piernas libres de toda atadura, incrementó el ritmo dejando atrás a Scott dos metros, que luego fueron diez y luego cien y más tarde una distancia infinita para el seis veces ganador. Era el momento de Allen, ese que había estado soñando, ese que había estado imaginando en sus entrenamientos, ese que le abrió las puertas de su primera victoria, la que celebró con lágrimas en los ojos, abrazado a los suyos cuando cruzó la línea de llegada viéndose, por fin, ganador en Hawai, ganador merecido.

Desde aquel instante el mito de Allen creció y creció. Encadenó cinco victorias consecutivas siempre con la misma estrategia: correr la maratón más rápida posible. Hasta tal punto estaba claro su planteamiento que en 1995, cuando volvió tras un año de paréntesis para alcanzar su sexta corona, dejó una renta de quince minutos al alemán Thomas Hellriegel en el sector de ciclismo que luego enjuagó para volver a ser primero en Hawai, igualando así a su rival de antaño, Dave Scott.

Mark Allen es un referente en el Ironman, no sólo por sus títulos sino por la manera de demostrar que la verdadera esencia de este deporte tiene su base en el interior de cada uno, extrayendo a base de voluntad y autoconfianza lo mejor que cada finisher posee ahí dentro.



Ironwar: Mark Allen (derecha) y Dave Scott en el Ironman de Hawai de 1989. (Foto: http://www.triathlonshots.com/)

3.9.09

Segundo Ironman para Alemania.

Alemania siempre ha demostrado su amor hacia el Ironman. Desde que en Roth se celebró el primer IM en Europa, la pasión por la prueba ha supuesto un boom del que han surgido grandes mitos en la distancia como Thomas Hellriegel, Jurgen Zack, Lothar Leder o Normann Stadler.

Su punto culminante llegó en la década de los 90 cuando "Hell on Wheels" (el infierno sobre ruedas), nombre con el que era conocido Thomas Hellriegel, se impuso en Hawai en 1997 con una apuesta estratégica totalmente distinta a la que hasta la fecha había sido la tónica dominante: invertir el máximo esfuerzo sobre la bicicleta para posteriormente en la maratón, tratar de mantener la ventaja adquirida en 180 km de locura.

Y es que Alemania es un país donde el ciclismo y el Ironman son pruebas de referencia. No es de extrañar por lo tanto que en las pruebas más rápidas del circuíto sean los triatletas alemanes los que mayor rendimiento obtengan en el sector sobre ruedas, una variable que les favorece a la hora de colocarse en las mejores posiciones para optar a las plazas que en los grupos de edad dan acceso a competir en Hawai.

Esa misma dinámica es la que también planteó Norman Stadler en sus dos títulos en "La Meca" del IM. En el año 2004 rompió todas las barreras al finalizar las 112 millas de Hawai en 4h18' lo que le alejó suficientemente del resto de competidores como para llegar a meta como el segundo alemán que vencía en el Campeonato del Mundo de la distancia.

Dos años después, en 2006, repitió su apuesta y... le volvió a funcionar. En el sector de ciclismo abrió una gran brecha entre él y el otro gran favorito para esa edición, el australiano Chris McCormack, que se fue reduciendo segundo a segundo durante los 42km de maratón hasta ser de tan solo 1'10'' cuando Stadler cruzó como vencedor la línea de llegada. Fue la distancia más corta entre los dos primeros clasificados en Hawai.

Gracias a esa larga historia de amor entre los teutones y el IM, el próximo 1 de agosto del 2010 se celebrará la primera edición del Ironman Regensburg. Será junto al IM de Frankfurt el otro gran evento de este deporte en tierras alemanas.



Thomas Hellriegel, "Hell on Wheels", entrando vencedor en el Ironman de Hawai de 1997. (Foto: http://archives.starbulletin.com/)

2.9.09

IM Suiza: cambio de fecha.

Nuevo cambio. Aquellos deportistas D+E que habían formalizado su inscripción para participar en el 14º Ironman de Suiza deben estar atentos a los posibles contratiempos que la siguiente noticia puede ocasionarles. Y es que, tras una primera modificación de la fecha habitual de celebración del Ironman de Suiza, que había sido anunciada para el 1 de agosto del 2010, la organización del evento se ha visto obligada a volver a ubicar la prueba el día 25 de julio del 2010.


(Foto: http://ironman.com/)

1.9.09

La fuerza del Finisher.

En los inicios del entrenamiento la variedad en las cargas que se aplicaban sobre el deportista era prácticamente nula. Esto es, el individuo preparaba sus pruebas a base de repetir y repetir el mismo esfuerzo que debería desarrollar el día de la competición. Si el atleta era de 800, su entrenamiento se reducía a hacer sesiones con series de 800. Si era saltador debía intentar una y otra vez superar el listón como lo haría el día de la prueba principal. Si se trataba de un fondista, kilómetros y kilómetros al ritmo competitivo. En definitiva, el principio de variedad del entrenamiento todavía no había sido desarrollado.

Pero de aquellos inicios del deporte a la era actual los avances científicos y la experiencia en el mundo del rendimiento han comprobado que el organismo responde mejor con la diversidad de los estímulos. Esto es, que el atleta de 800 también debe hacer series más largas y más cortas así como afrontar intensidades mayores y menores de las que marcará el día de la competición. Añadido a todo ello, también hace falta un entrenamiento de fuerza que acompañe a las horas invertidas sobre las zapatillas.

Si bien hasta hace unas décadas las sesiones en el gimnasio eran pura y exclusivamente cuestión de halterófilos y lanzadores (peso, martillo, disco y jabalina), pasando posteriormente a ser también utilizadas por los velocistas, el incremento de la exigencia en los deportes de resistencia y la mejor utilización de las posibilidades que ese tipo de estímulo puede otorgar, han desembocado en la necesidad de incluir a la fuerza como una parte esencial dentro de la planificación del entrenamiento de cualquier triatleta.

Cada contracción del músculo para producir un movimiento desarrolla cierta cantidad de fuerza. Las fibras musculares, gracias a su capacidad contráctil generan la tensión suficiente como para producir cada brazada, pedalada o zancada. Por ello, si el entrenamiento de fuerza está bien diseñado, con su incremento ya se consiguen producir tensiones mayores y por lo tanto empujar más agua, mover más vatios o que cada paso te lleve algo más allá.

Por supuesto, el deportista se beneficia también de una mayor economía de movimientos gracias a que con el mismo esfuerzo de la musculatura se generan mayores velocidades. Esta variable es clave en competiciones como el Ironman, donde ser más eficiente durante las horas de competición supone llegar a meta en menor tiempo.

Pero además de los estudios científicos que demuestran este extremo hay que añadir más variables que se ven beneficiadas en el rendimiento gracias al entrenamiento de fuerza. Una de las más importantes es la posibilidad de compensar los distintos grupos musculares que intervienen durante el esfuerzo. Y es que, durante los más de 6000 metros en la piscina, 300 kilómetros sobre la bicicleta y 3h30’ de carrera a pie que de media recorre un triatleta amateur a la semana, los protagonistas principales a nivel muscular siempre son los mismos.

Gracias a las horas pasadas en el gimnasio, aquellos músculos que son requeridos en menor grado durante el esfuerzo diario, pero que son claves para conseguir un movimiento correcto evitando descompensaciones, son fortalecidos adecuadamente llegándose a un mayor equilibrio de las estructuras.

Unido a todo ello, articulaciones, tendones y ligamentos, partes esenciales en cada acción, también reciben los beneficios de un incremento de la fuerza en la musculatura, aumentando todavía más las posibilidades de alcanzar el equilibrio anteriormente citado.

Aunque, atención, porque incluir de forma adecuada las sesiones de fuerza en el puzzle del triatleta no es tarea baladí. Esto es debido a la gran cantidad de variables que se han de tener presentes. Únicamente citando algunas de ellas se puede comprender la complejidad del proceso: musculaturas implicadas, ejercicios más adecuados, pesos a movilizar, porcentajes en relación a la fuerza máxima, series, repeticiones, velocidades de ejecución, recuperaciones, sesiones en el gimnasio o incluidas en cada sector, fases en las que es adecuado trabajar la fuerza, transferencias, momentos del día más aconsejables desde el punto de vista fisiológico, sesiones de fuerza antes o después del entrenamiento específico de cada sector.

En conclusión, piezas que han de ser colocadas correctamente y con paciencia ya que el resultado final de su desarrollo es, sin lugar a duda un valor añadido a la fuerza que el potencial Finisher necesita el Gran Día. Y es bien sabido por todos que en el Ironman, cada pequeño detalle, se puede convertir en la clave que te lleve a un momento inolvidable: tu línea meta.



En torno a 650 músculos en el organismo humano. Entre otras funciones tienen la de generar movimiento.

27.8.09

Simpático.

Cien billones. Una cifra que es incluso difícil de llegar a imaginar. Un número que se complica cuando ha de ser calculado. Cien billones. Ese es el número de células que forman el organismo humano. Cien billones de pequeñas piezas vivas que, relacionándose unas con otras, hacen posible que el cuerpo de cualquier persona funcione.

No es extraño que, en ocasiones, ese gran conjunto de órganos, tejidos y reacciones químicas ofrezca sensaciones contradictorias a las que se esperan de él en el entrenamiento o la competición. Sensaciones que tienen que ver con el sistema nervioso, el lugar desde el que todo es controlado.

Para ese control, cuando tiene que guiar algunas de las respuestas involuntarias en nuestro interior, el sistema nervioso (SN) se estudia separándolo en SN simpático (SNS) y SN parasimpático (SNP). Ambos regulan cómo algunos puntos clave para el rendimiento del deportista van actuando. En general, todas las reacciones que desencadena el SN simpático están relacionadas con la “lucha”, con el incremento de la actividad, con el esfuerzo, con la tensión. Por el contrario, la mayoría de reacciones puestas en marcha por el SN parasimpático en el organismo tienen que ver con la relajación, con la tranquilidad, con la recuperación.

Veamos algunos ejemplos. El SNS necesita únicamente entre 3 y 5 segundos para multiplicar por dos la frecuencia cardiaca, algo que en el caso de la presión arterial consigue en tan sólo 10-15’’. Así mismo, el aumento de la fuerza o del incremento del gasto de energía por parte de los músculos (consumiendo glucógeno y grasas) también se produce por la activación del SNS. Sin embargo, el SNP es el encargado de dar la señal para reducir la frecuencia cardiaca y la respiratoria o de almacenar glucógeno en el hígado.

Durante una sesión de entrenamiento, el objetivo fundamental es estimular a los diferentes sistemas (cardiovascular, circulatorio, respiratorio, metabólico), tejidos (sobre todo el muscular) y otras estructuras (huesos, articulaciones, tendones, ligamentos) para conseguir en ellas la fatiga adecuada. En esas horas de esfuerzo, el sistema nervioso simpático será el gran protagonista, haciendo posible la activación necesaria como para llegar a las intensidades propuestas para esa sesión, bien sea en forma de frecuencia cardiaca, vatios o tiempos de paso.

Pero el entrenamiento ha de ser entendido como una relación continua entre trabajo y descanso. Por ello, una vez que las horas en la piscina, sobre la bicicleta o corriendo hayan terminado, llega el momento de recuperar, de que el organismo se regenere y se prepare para la siguiente carga. Llega el momento por lo tanto de que entre en escena el sistema nervioso parasimpático.

A lo largo de un proceso de entrenamiento, los días de mayor y menor exigencia se van combinando. Esto es totalmente necesario. Pero, ¿cómo puede ser que, tras un día de descanso total, la sensación de fatiga pueda ser mayor al ponerse de nuevo en marcha?. Sencillo. El día sin carga ha dejado las puertas abiertas para que el sistema nervioso parasimpático repare, recargue y relaje ese combinado de 100 billones de células.

El problema radica en que, cuando nuestro cuerpo detecta el final del esfuerzo, el SNP comienza a actuar para recuperarnos, pero el grado de “desconexión” puede ser tan elevado que al llegar de nuevo el entrenamiento, volver a poner todos los sistemas en marcha puede suponer más tiempo del esperado. El parasimpático habrá actuado durante toda la jornada de descanso total. Consecuencia: demasiado relax.

Para prevenir ese estado de letargo al inicio de una sesión, basta con mantener una ligera actividad el día(s) de recuperación o completar un entrenamiento muy suave, totalmente regenerativo. Así lo hacen en el Tour. Para no sufrir los efectos de la desconexión producida por el SNP en los dos días de descanso de la ronda gala, los ciclistas pedalean entre 60-100 kilómetros para movilizar al organismo y no encontrarse con “piernas de madera” en el inicio de la etapa siguiente.

Por supuesto, la misma dinámica ha de seguirse antes de un Ironman. Durante la última semana, mejor hacer sesiones de carácter regenerativo, muy cómodas y de corta duración, que permanecer en la total inactividad que deje la puerta abierta al SNP. Y es que, tras preparar durante meses a 100 billones de células para el Gran Día, sería una lástima que por un pequeño detalle no se disfrutase al máximo de la experiencia que implica retarse con el Gran Triatlón.



Sesiones regenerativas. Esenciales en el proceso de entrenamiento: para recuperar y no dejar que el SNP actúe a un nivel excesivo.

24.8.09

Sensibilidad transparente.

Se acaba de escuchar el cañón. El estruendo de miles de sueños rompiendo el agua ha ocultado el silencio que hasta hace unos momentos reinaba en la salida del Ironman. El instante que cada deportista ha estado esperando es aquí y ahora. No hay que esperar más. El crono se ha puesto en marcha, no hay tiempo que perder. ¡A nadar!.

Independientemente del nivel de entrenamiento, de las posibilidades de salir antes o después del agua, los primeros metros se caracterizan por las mismas condiciones para todo triatleta: respirar, intentar encontrar un centímetro de agua para nadar, sentir el contacto de otros a tu alrededor buscando lo mismo que tú, respirar, buscar la referencia en el horizonte, respirar, chocar con otros al intentar mover los brazos, respirar, sentir que las piernas se hunden, respirar… En definitiva, es la parte del triatlón en la que se puede decir que nadar es un “deporte de contacto”.

Pero a la dificultad de moverse entre miles de almas que buscan la orilla para subir a las bicicletas se une la complejidad de moverse en un medio totalmente diferente al habitual. Y es que, agua y tierra no tienen nada que ver. Las condiciones son absolutamente diferentes para los sentidos: vista, oído y tacto perciben señales muy distintas a cuando están en tierra firme. Moverse, además, obliga a colocar el cuerpo en una posición totalmente diferente a la utilizada para correr, saltar, esquiar o pedalear. En definitiva, nada que ver.

Y ahí radica la importancia de entrenar de forma regular en el agua. Ahí está la clave para saberse adaptar: en mejorar la sensibilidad en el medio acuático, en saber interpretar cada vez mejor los movimientos dentro del líquido elemento.

Por ese mismo motivo, para mantener o mejorar el rendimiento, los nadadores y triatletas de alto nivel “tocan agua” prácticamente a diario. Un día sin nadar supone para ellos un paso atrás en las sensaciones que son capaces de extraer del agua durante el avance. Y eso repercute directamente en su velocidad. Por lo tanto, para asegurarse la continuidad de esas sensaciones, cubren 30000 metros aproximadamente cada semana. Por esa misma razón, cualquier aspirante a Finisher debe tocar agua a menudo. Como mínimo tres veces por semana a razón de 2000-4000 metros por sesión. Nadar menos es dejar este sector en manos de la fuerza en lugar de atravesarlo por medio de la técnica.

Avanzar en el agua supone vencer a una resistencia cuatro veces mayor que la que ofrece el aire. Algunos autores le restan importancia, afirmando que la natación es una pequeña porción del Ironman, pero la mayoría de trabajos de investigación muestran científicamente que esa décima parte del tiempo que supone cubrir los 3,8+180+42 es crucial en el resultado final. ¿El motivo?. La necesidad de ahorrar energía para luego pedalear y correr. En otras palabras, ser eficientes en el esfuerzo, consiguiendo un equilibrio adecuado entre la energía gastada y el tiempo invertido en el primer sector del triatlón.

De esta forma, el equilibrio entre el gasto energético realizado después de sonar el cañón a las siete de la mañana y el tiempo invertido en llegar a la orilla, asegura que sigue habiendo energía suficiente como para alcanzar el momento de levantar los brazos e inclinarse ante un voluntario que te “bendiga” con la medalla de Finisher.

Únicamente con una buena natación no se puede acabar un Ironman, pero con un mal sector en los 3800 metros, se puede peder la posibilidad de llegar a conseguir el resultado final deseado. Y es que, empujar ese muro transparente es complicado y puede implicar una tarea con un gasto calórico excesivo si los movimientos no son los adecuados.

Natación, cuestión de sensaciones, cuestión de técnica, cuestión de metros. Natación, de la lucha por un centímetro de agua a la delicadeza de sentir ese líquido en la palma de las manos. Natación, sensibilidad transparente.



La lucha por el agua. (Foto: http://www.popsci.com/).

21.8.09

Depósito lleno, por favor.

Para los amantes del deporte, las tardes de julio son sinónimo de sobremesa delante de la televisión, de extenso y relajado café tras la comida, de ojos como platos luchando por eludir la siesta típica de esa hora del día, de emoción, al fin y al cabo, por ver el Tour de Francia.

Y para los amantes del deporte, aquella séptima etapa de 200 kilómetros que llegaba a Les Arcs un 6 de julio de 1996 no será fácil de olvidar. Realmente, aquel día, fue imposible incluso parpadear por lo que en aquella cima francesa estaba ocurriendo. Sin quererlo, Miguel Indurain, el pentacampeón, demostraba con el ejemplo más claro posible lo que fisiológicamente se denomina “vaciado de los depósitos de glucógeno” que viene a ser lo que en el argot deportivo se conoce como “pájara” o “muro”.

Aquella jornada, en los tres últimos kilómetros de puerto antes de llegar a meta, el navarro cedía más de cuatro minutos. Una eternidad, y más tratándose de un coloso que había dominado el Tour de principio a fin en las cinco ediciones anteriores.

Procedentes directamente de los alimentos, los tres nutrientes que el organismo puede utilizar como energía son los carbohidratos, las grasas y las proteínas. Estas últimas, aunque importantes, juegan un papel secundario a la hora de contraer y relajar la musculatura. El mayor protagonismo lo adquieren los dos primeros, si bien entre ellos se establece una diferencia clave: las grasas son la fuente energética principal que el organismo utiliza durante esfuerzos de baja intensidad y larga duración mientras que los carbohidratos adquieren la máxima relevancia cuando la intensidad aumenta y el tiempo de actividad disminuye. En definitiva, energía diesel y energía súper (respectivamente) para los músculos.

Además, otra diferencia distingue a ambos nutrientes: mientras las reservas de grasa son prácticamente inagotables, incluso en el caso de deportistas como Miguel Indurain, que rondan cifras bajas próximas al 7% de grasa corporal, las reservas de hidratos de carbono (científicamente denominadas “glucógeno”) disponen de cantidades mucho más reducidas de almacenamiento, motivo por el que la necesidad de recarga es una prioridad.

Quede claro también que ningún aporte de energía es exclusivo. Esto es, no existen los esfuerzos realizados utilizando únicamente grasas o carbohidratos. Siempre se trata de una combinación de ambos. La diferencia estriba en la participación principal de uno sobre el otro.

Por ello, independientemente de la intensidad a la que se entrene o se compita, siempre los depósitos de carbohidratos se van agotando paulatinamente. Claro está que, a mayor intensidad del esfuerzo o mayor tiempo de actividad, mayor será también el vaciado de los depósitos de glucógeno en la musculatura y en el hígado (los dos principales lugares de almacenamiento).

El problema de este descenso de la energía “súper” deriva en una imposibilidad para mantener ritmos elevados de esfuerzo, justamente lo que le ocurrió a Indurain aquella séptima etapa de 1996. Y claro está, si debido a ese descenso, la práctica totalidad de la energía viene de las grasas (la gasolina “diesel”), las posibilidades de nadar, pedalear o correr a ritmos medios o altos se desvanece por completo.

Las recomendaciones de ingesta de nutrientes de forma diaria son claras: 60-65% de las calorías en forma de hidratos de carbono. ¿La razón?. Asegurar que el gasto de los “reducidos” depósitos de carbohidratos que cada día conlleva el entrenamiento o la competición está compensado por un rellenado de esos niveles de glucógeno que garantizan la posibilidad de mantener la intensidad deseada en todo momento.

De lo contrario, incluso el Gran Miguel es candidato a saber lo que supone quedarse con los depósitos de la energía más importante para el deportista con el indicador de “reserva” activado. Un momento en el que todas las alarmas se ponen en funcionamiento para reducir la intensidad, llegando incluso a suponer la pérdida de más de cuatro minutos en tres kilómetros de ascenso con todo un Tour de Francia en juego.

Por lo tanto, de forma diaria, a través de los alimentos ricos en energía “súper”, repite la consabida frase: “depósito lleno, por favor”.



Gránulos de glucógeno (condensaciones en negro en la imagen) en el interior de la fibra muscular. Energía de la máxima calidad para garantizar el mejor nivel de esfuerzo.

18.8.09

Cuestión de altura.

Luz. Eso es lo que la ciencia aporta con cada una de sus investigaciones. Luz. Eso es lo que esas investigaciones ofrecen para el mejor conocimiento del deportista. Luz. Todavía con mucho margen para dejar más claro el funcionamiento del organismo, pero con la suficiente claridad como para poder responder con rotundidad algunas antiguas preguntas.

A finales de los años sesenta, con la celebración de los Juegos Olímpicos de México 1968, el entrenamiento en altura experimentó un gran auge. Ciudad de México, eje central donde se ubicaban la mayoría de pruebas, se sitúa a una altura de 2240m sobre el nivel del mar, un gran condicionante que deportistas y entrenadores debían tener previsto en su preparación.

A partir de ese momento, para planificar la cita olímpica, los centros de alto rendimiento en zonas situadas a más de 1800m de altitud cobraron gran protagonismo y se comenzó a investigar sobre el efecto positivo de la preparación en esas cotas. En un inicio, se observaron mejoras de los parámetros hemáticos relacionados con la oxigenación de los tejidos tras varios días de estancia en alturas cercanas a los 2000m, pero con el tiempo se comprobó que esas mejoras tenían un efecto relativo sobre el rendimiento.

¿Se mejoraba la oxigenación de la sangre?. Rotundamente sí. Pero, ¿se podía mantener la calidad del entrenamiento a esas alturas?. Rotundamente no. Por ese motivo, se llegó a la conclusión de hacer concentraciones en zonas elevadas por encima de los 1800m para desarrollar sesiones de baja o media intensidad. La estancia mínima para obtener beneficios se marcó en siete días, si bien el momento en el que esos beneficios se manifestaban de forma más evidente para ser reflejados sobre el rendimiento en zonas con menor altura, es un extremo que todavía hoy supone un punto de controversia entre los científicos.

Pero la ciencia siguió su evolución y con ella estudios que mostraban que se obtenían grandísimos beneficios en aquellos deportistas que tenían la posibilidad de entrenar en zonas próximas al nivel del mar y de descansar posteriormente en zonas de mayor altura. En las horas de recuperación es cuando estar en condiciones de menor presión de oxígeno (un característica del aire ambiental en zonas altas que incrementa la mejora de los parámetros hematológicos relacionados con el transporte del oxígeno) tenía mayores efectos positivos sobre el rendimiento.

Y es aquí cuando la tecnología aportó su granito de arena. ¿Cómo?. Con las tiendas hipobáricas. Una especie de tiendas de acampada que en su interior reproducen las condiciones de la atmósfera que se respira a más de 1800m de altitud. Lance Armstrong, un auténtico profesional que cuida cada detalle, fue uno de los primeros en dormir en esas condiciones mientras iba acumulando victorias en el Tour de Francia. Su ejemplo fue seguido de inmediato por otros ciclistas, maratonianos y triatletas de todas las distancias.

Pero ahí no quedan todas las combinaciones posibles. Otra forma de extraer los beneficios que las altas cumbres pueden aportar al rendimiento, en lugares como los Pirineos o el Teide, se deriva de la posibilidad de entrenar en esos puntos de forma frecuente. De esta manera, según los científicos, las adaptaciones positivas se van consiguiendo de forma gradual.

Claro está que, reproducir las condiciones ideales para los deportistas que preparan pruebas de resistencia supondría crecer en las altiplanicies en las que los etíopes viven. Lugares naturales por encima de los 2000m que obligan al organismo a exprimir cada átomo de oxígeno que llega a los pulmones.

En definitiva, sabiendo utilizar el protocolo y las cargas adecuadas, entrenar en altura puede suponer un estímulo positivo para el organismo en pruebas de resistencia. Una oportunidad fantástica para mejorar el rendimiento y para disfrutar de las altas cumbres, esas en las que se escriben las páginas más célebres de pruebas míticas.



Contemplar en la planificación de una temporada la posibilidad de hacer una o más concentraciones en altura es una variable que en gran cantidad de ocasiones, se tiene presente. (Gráfico: de Grosser, 1986).


15.8.09

Lanzarote, en el punto de mira.

La isla de volcanes tiene una magia especial. Un lugar en el que cualquier visitante no queda jamás indiferente: o enamora o es rechazado. Ambos extremos se justifican por las características agrestes del paisaje de esta tierra nacida de la lava.

Con esas condiciones, donde el calor alcanza zonas en el mercurio que endurecen cualquier tipo de competición, unido a que el viento reinante en esta parte del Océano Atlántico es de una dureza extrema, se celebra desde el año 1992 el que es reconocido como el Ironman más duro del Mundo. Bien es cierto que, posiblemente, es el que más magia, el que más encanto tiene para todos aquellos que se enfrentan a la isla.

El próximo 22 de mayo del 2010 tendrá lugar la decimonovena edición. A ella acudirán un buen número de triatletas D+E. Procedentes de distintos puntos de España, siendo la mayoría de la isla de Tenerife, hasta la fecha son diez los que han formalizado su inscripción. Muchos de ellos ya han comenzado a entrenar, abordando ahora una fase de preparación focalizada en objetivos secundarios que les llevará hasta el mes de noviembre-diciembre y que posibilitará la mejora de aspectos relacionados con su nivel de carrera a pie y ciclismo así como la incidencia sobre parámetros técnicos sobre las dos ruedas y en la natación.

El Ironman de la isla de los volcanes, Lanzarote, merece el respeto de haber sido preparado a conciencia, con el máximo cariño, con el máximo cuidado. La exigencia llega al límite, pero la experiencia de cruzar la meta es un momento para toda la vida. Un momento para siempre.



El Parque de Timanfaya. Un conjunto de volcanes y lava a través de los que discurren los más de 1200 sueños que buscan la gloria en Lanzarote. (Foto: www.google.com).

14.8.09

El punto de calidad.

Seguro que has estado allí. Seguro que durante unas horas has atravesado el mismo camino que ahora vas a poder leer. Seguro que por tu cabeza han pasado los pensamientos que se encadenan durante los últimos 42 kilómetros del Ironman.

Posiblemente el lugar de mayor dureza, el que supone más exigencia física y mental antes de cruzar la meta. La maratón, una prueba que por sí sola ya supone un gran reto, está colocada como parte final para culminar los 3800m a nado y los 180km sobre la bicicleta recorridos previamente.

Son instantes en los que la fatiga alcanza cotas máximas. Las reservas de glucógeno (la energía de mayor calidad) están bajo mínimos en las fibras musculares. Las articulaciones, músculos, tendones y ligamentos comienzan a dar señales del desgaste al que han sido sometidos movimiento tras movimiento. El agua que se reparte por todo el organismo, el requisito esencial, ha descendido durante las horas previas aunque el protocolo de hidratación se haya seguido con rigurosidad germana. Estás cerca de la “línea roja”.

Es el momento de poner sobre las zapatillas el punto de calidad. La posibilidad de marcar la diferencia entre finalizar la maratón del Ironman al ritmo deseado o verte obligado a reducir la velocidad drásticamente. La clave, llegado ese momento, estará en las series. Sí, ese tipo de entrenamiento, también denominado de intervalos o repeticiones que ha de salpicar la planificación de un triatleta o maratoniano que quiere llegar a su máximo rendimiento.

De los dos tipos principales de fibras musculares, las ST (fibras lentas) y las FT (fibras rápidas), durante un Ironman las primeras son las protagonistas principales, ya que por sus características fisiológicas se amoldan a la perfección para mantener esfuerzos de larga duración y bajas o medias intensidades. Pero hacer que sean capaces de adaptarse positivamente y responder ante los estímulos más intensos que suponen los entrenamientos seriados marca la diferencia de calidad final en la última parte del Ironman.

Y es que, debido a la gran demanda energética y estructural que suponen las tres distancias encadenadas, las fibras ST pueden llegar a su límite de no haber pasado por sesiones en las que la intensidad del entrenamiento sea mayor que la propia de rodajes largos. Por ese motivo, introducir series durante toda la preparación, aumenta las posibilidades de mantener un óptimo funcionamiento durante más tiempo, gracias a la “fortaleza extra”, al punto de calidad añadido, que las series proporcionan.

Además, con el trabajo seriado, las fibras FT también son estimuladas, pudiendo colaborar con las ST cuando estas últimas llegan a situaciones de fatiga extrema, consiguiéndose así otro beneficio añadido que prolonga la capacidad para mantener durante más tiempo la intensidad deseada.

En resumen, durante toda la planificación, mayoría de entrenamientos con intensidades bajas y medias: sí. Pero siempre teniendo en cuenta que añadir un estímulo de mayor exigencia a través de series, beneficia a la totalidad de la musculatura (fibras ST y FT) para que los últimos kilómetros antes de cruzar la deseada línea de meta, sean los mejores posible, dentro del margen que supone la situación límite a la que te conduce el Ironman. Un precio a pagar que siempre te devuelve con creces lo que tú has invertido.

Series, un entrenamiento necesario. Series, un entrenamiento exigente. Series, para disfrutar hasta el último paso.