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16.12.09

Ese punto más.

Karen Smyers venció en la edición de 1995 del Ironman de Hawai. Su gran rival en la pugna por la primera plaza de la categoría de profesionales femeninas se derrumbaba en el suelo a tan solo unos metros de la línea de meta. Parecía increíble. Parecía que Paula Newby-Fraser, siete veces ganadora en el Ironman de los Ironman, no podía estar sucumbiendo a la fatiga acumulada durante un día que en la historia de la prueba se recuerda como uno de los más duros por sus condiciones de calor, viento y humedad.

Pero Paula también tenía un límite que curiosamente encontró cuando ya divisaba esa línea de llegada tan familiar para ella. De repente, se paró, se tambaleó, apoyó sus manos sobre las rodillas y vio a Karen pasar a su lado corriendo, sin poderse mover ni un milímetro. Después sólo tuvo tiempo de desencajar algo más su cara, fruto de la decepción, y desplomarse al suelo. Había llegado al extremo.

Existen diversos tipos de fatiga pero sólo una definición de ella: la incapacidad para mantener el rendimiento a nivel óptimo. Aquel día en que “Keen of Kona” (la Reina de Kona) caía, podríamos analizar qué sucedió desde varios puntos de vista.

Por una parte un estudio de las reservas energéticas que marcan la posibilidad para seguir manteniendo un esfuerzo de intensidad óptima habría mostrado un descenso alarmante de los niveles de glucógeno muscular, la energía “súper” del organismo. En consecuencia, podríamos hablar de fatiga energética.

Además, la destrucción de las proteínas que conforman las fibras musculares, llegada la parte final del Ironman, habría mostrado valores muy elevados de desestructuración en el tejido contráctil. A ello le debemos unir el estrés acumulado producido en articulaciones, tendones y huesos. En definitiva, variables que dan como resultado una fatiga estructural que también fue parte del k.o. de Paula.

Si a estas dos variables le sumamos una tercera, la fatiga producida por la deshidratación acumulada durante más de nueve horas de esfuerzo en condiciones de calor y humedad elevados, el resultado es el conocido: Newby-Fraser cediendo el trono a Smyers.

Pero, si bien aquella fecha del mes de octubre de 1995 es recordada por aquel momento lleno de imágenes contrapuestas entre el punto de ruptura de la campeona y el momento de gloria de la aspirante, no es menos cierto que también puede ser recordada por aquellos que cruzaron la línea de meta antes de las 17h con las que oficialmente se cierra cada edición.

Entonces, ¿acaso los aspirantes amateur a finisher que llegaron después supieron controlar mejor su fatiga que Paula, una triatleta experimentada, inalcanzable incluso a día de hoy por la acumulación de títulos que consiguió?. Difícilmente. Newby-Fraser se conocía al máximo pero puede ser que la fatiga que la hizo claudicar tuviese un origen distinto.

Ser referente y haberlo conseguido todo en ocasiones desencadena en algunos deportistas una de las peores fatigas que se pueden dar: la mental. El estímulo a vencer, al ser conocido y haber sido superado en tantas ocasiones, puede llegar a no generar en el organismo la cascada de reacciones químicas necesarias como para que todos los sistemas den el máximo el día clave, el día de la competición.

Por ese motivo, todos esos triatletas cuya única meta es finalizar por primera vez el Ironman, tienen un punto de motivación que nunca les falla. El estímulo es desconocido, es nuevo, es atractivo, es imponente y por él pueden llegar a exprimirse hasta límites que ni tan siquiera ellos podrían haber imaginado antes. Someten al organismo a entrenamientos, a momentos al alcance únicamente de aquellos que sueñan con tanta fuerza como ejecutan, al alcance únicamente de aquellos que realmente quieren conseguir su objetivo: la medalla de finisher.

Para éstos, la fatiga mental no existe si el proceso de entrenamiento está bien guiado, si conlleva estímulos constantes y diversos, si creen en lo que hacen, disfrutan de sus sesiones y comprueban sus avances a nivel de rendimiento. Para los nuevos aspirantes no existe parar, no existe detenerse a unos pocos metros de meta. En esos momentos en los que el organismo ha llegado a la máxima fatiga física es cuando la ilusión vence a cualquier fatiga mental.

Curiosamente Karen Smyers, la vencedora en el 95, años después afirmaba que los momentos más bonitos a nivel deportivo son aquellos que van desde las 14 a las 17h en la meta del Ironman cuando no paran de entrar triatletas con los ojos llenos de felicidad. Puede ser que la ilusión que le movió a ella, al límite de sus fuerzas, para adelantar a Paula sea la misma que la que empuja a los debutantes en el Gran Triatlón. En ambos casos el análisis coincide: la ilusión vence a cualquier fatiga. ¿No te apetece vivir esa experiencia?.



Paula Newby-Fraser, al límite, a pocos metros de la meta del Ironman 1995. (Foto: www.skomt.ebrana.cz).