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7.9.09

Ironwar.

Nombre: Mark. Primer Apellido: Allen. Segundo apellido: seis veces ganador en Hawai. Así es como puede resumirse una de las leyendas vivas más grandes del Ironman. Un referente que sin embargo no está ausente de etapas en las que el objetivo no era alcanzado, en las que ser vencido era más habitual que ser vencedor.

Nacido en California, Mark Allen estudió la licenciatura de biología y maduró progresivamente en un joven deporte que en la década de los ochenta daba sus primeros pasos. El Ironman había nacido en Hawai en 1978 y se extendía por todo el planeta. A Allen le había cautivado su exigencia y el reto máximo que suponía afrontar las tres distancias de la competición. Sensaciones que nacen de las imágenes que ve de Julie Moss (su actual esposa) quien a menos de 20 metros de entrar primera en la meta de Hawai, fruto de la fatiga, cae rendida viéndose obligada a tener que gatear para cruzar la meta en segunda posición. Era el año 1982 y Allen decide pasar al triatlón dejando atrás sus años como nadador de larga distancia.

Pero su historia no fue fácil en los comienzos. Y es que, si bien dominaba otras competiciones como el Triatlón de Niza, que antes de pasar a ser distancia Ironman suponía nadar 4000m, pedalear 150km y correr 30 más, en Hawai nunca obtenía los resultados esperados. Más bien todo lo contrario. Una y otra vez tropezaba contra el mismo muro.

Entre 1983 y 1988 Mark Allen se presentó en la línea de salida en seis ocasiones, el mismo número de derrotas que obtuvo. Por distintos motivos, siempre era claramente superado. El Ironman de Hawai siempre le vencía. Era la época dorada de otro grande: Dave Scott, seis veces vencedor en La Meca del triatlón.

Lejos de caer en el abandono, Allen siguió preparándose, creyendo en sí mismo, dándole todo a su deporte para que el día de la competición el esfuerzo le fuese devuelto en forma de victoria. Fue el ejemplo más claro de que el Ironman se basa en la voluntad y la paciencia como armas más poderosas y que ambas llevan al triatleta a la experiencia necesaria para alcanzar el mejor rendimiento individual. Años que en definitiva se resumen con la palabra: querer.

Y Mark Allen quiso. Quiso por encima de todo. Se entregó a su entrenamiento con la misma confianza que el que ha ganado en seis ocasiones, cuando él había sido vencido. Sacó fuerza de sus derrotas. Creyó en sí mismo. Convirtió la preparación para Hawai en su única meta. Sabía que Dave Scott le estaría esperando. El duelo estaba servido.

Así llegó la edición de 1989. Seis victorias de Scott frente a seis derrotas de Allen. Era momento de invertir la dinámica. Ya desde la salida se pudo comprobar. Ambos nadaron prácticamente pegados el uno al otro para posteriormente vigilarse de cerca durante las 112 millas del sector de ciclismo. Se calzaron las zapatillas y con ellas escribieron una de las páginas más recordadas en la isla de los volcanes, unos kilómetros que fueron bautizados con el nombre de Ironwar (la guerra del Ironman).

Comenzaron a correr a un ritmo infernal. Ambos, cuando ahora hablan de aquel momento, afirman que su concentración en aquellos instantes era tal que únicamente podían sentir su respiración y escuchar sus pasos acompasados. Había silencio. Ninguno de los dos cedía. Iban a ritmo de 2h40’ en la maratón.

Aquellas imágenes se recuerdan como uno de los instantes más intensos de la historia de Hawai. Los dos favoritos codo con codo ardiendo en la maratón. Sin palabras, porque no podía haberlas ya que todo el esfuerzo era necesario para correr al ritmo del otro. Misma velocidad, mismo objetivo.

Así llegó el momento. El instante en el que Mark Allen, sin pensar, únicamente dejando a su corazón y a sus piernas libres de toda atadura, incrementó el ritmo dejando atrás a Scott dos metros, que luego fueron diez y luego cien y más tarde una distancia infinita para el seis veces ganador. Era el momento de Allen, ese que había estado soñando, ese que había estado imaginando en sus entrenamientos, ese que le abrió las puertas de su primera victoria, la que celebró con lágrimas en los ojos, abrazado a los suyos cuando cruzó la línea de llegada viéndose, por fin, ganador en Hawai, ganador merecido.

Desde aquel instante el mito de Allen creció y creció. Encadenó cinco victorias consecutivas siempre con la misma estrategia: correr la maratón más rápida posible. Hasta tal punto estaba claro su planteamiento que en 1995, cuando volvió tras un año de paréntesis para alcanzar su sexta corona, dejó una renta de quince minutos al alemán Thomas Hellriegel en el sector de ciclismo que luego enjuagó para volver a ser primero en Hawai, igualando así a su rival de antaño, Dave Scott.

Mark Allen es un referente en el Ironman, no sólo por sus títulos sino por la manera de demostrar que la verdadera esencia de este deporte tiene su base en el interior de cada uno, extrayendo a base de voluntad y autoconfianza lo mejor que cada finisher posee ahí dentro.



Ironwar: Mark Allen (derecha) y Dave Scott en el Ironman de Hawai de 1989. (Foto: http://www.triathlonshots.com/)