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21.10.09

Subes, o bajas.

No importa. Da lo mismo. Es indiferente. Puedes hacer “click” en la casilla que te inscribe al Ironman de Sudáfrica, al de Niza, al de Western Australia o al de Lanzarote. Pruebas totalmente diferentes en cuanto al desnivel que suponen los 180 kilómetros sobre la bicicleta. Competiciones en las que el perfil no tiene nada que ver y que, sin embargo, completarías en un mejor crono si en la planificación del entrenamiento de todas ellas incluyeses un elemento fundamental a la hora de conseguir un mayor rendimiento sobre las dos ruedas: los entrenamientos en ascenso.

La transferencia del trabajo aeróbico en la piscina tiene una repercusión positiva muy leve sobre el rendimiento en el ciclismo y la carrera a pie. Así mismo, la transferencia de esta última sobre el rendimiento sobre la bicicleta también es muy reducida. Pero cuando se invierten horas y horas, kilómetros y kilómetros en la carretera, el sector de la maratón en el Ironman se puede ver muy beneficiado al incrementar el nivel pedaleando.

Ese es el primer motivo por el que un triatleta que aspira a mejorar en el Gran Triatlón ha de aumentar de forma importante el volumen a cubrir en el entrenamiento del segundo sector. Pero además del volumen (la cantidad del esfuerzo), también la calidad del mismo. ¿Cómo? Con trabajos seriados en los que las sesiones con ascensos (puertos), sean un protagonista importante durante varios días en cada microciclo.

En ese entrenamiento enfrentándose a pendientes de distintos porcentajes y longitudes, la mejora de una variable clave en el óptimo rendimiento del triatleta, la potencia relativa del individuo, se consigue de manera directa. Para ello se estimulan los distintos tipos de fibras que se encuentran en la musculatura (lentas o ST y rápidas o FT), aspecto que repercute positivamente en una mejora de la vía aeróbica para la obtención de energía al mismo tiempo que se favorecen las condiciones para que las fibras de contracción rápida “colaboren” más activamente en esfuerzos prolongados como es el caso del Ironman.

Con todo ello, el rendimiento en la carrera a pie se beneficia de manera muy importante por lo que en el campo de la preparación física se conoce como “entrenamiento cruzado”, un arma que en el triatlón debe utilizarse continuamente para aumentar el rendimiento final del futuro finisher. Esta variable consiste en los beneficios que se obtienen en el rendimiento de una especialidad gracias al entrenamiento de otras especialidades. En el caso del Ironman, se producen beneficios obtenidos en la carrera a pie debidos al incremento del trabajo sobre la bicicleta.

Pero claro está, la mayor repercusión del entrenamiento en puertos se originan directamente sobre el ciclismo. La fuerza específica, un aspecto clave para aumentar la velocidad media en los 180km, se desarrolla de manera idónea mientras que la capacidad de mantener un esfuerzo a intensidades elevadas va siendo mejorada conforme avanzan las semanas.

Con ello los beneficios a nivel muscular y metabólico, así como en lo referente a cuestiones articulares (debido a que se consigue un gran trabajo en las fibras sin la presencia de impactos) son mayúsculos cuando el entrenamiento se planifica correctamente e incluye parte de las sesiones en esos lugares mágicos en los que perderse entre las curvas, las pendientes imposibles y las cimas montañosas es un privilegio digno de ser disfrutado al máximo mientras la respiración forzada te permite seguir subiendo, escalando, sufriendo.

No importa. Da lo mismo. Es indiferente. Sea cual sea tu próximo Ironman está claro, o subes el nivel a través de ascensos completados sobre la bicicleta, o bajará tu rendimiento final. Así que, o subes, o bajas.



Ironman de Lanzarote. Viento, lava, sol y... ascensos. (Foto: http://triathlon.competitor.com/).