Develop Your Energy. Sport Perfomance Consultants.

Entrena con tu planificación.
Entrena en base a criterios científicos.
Entrena para llegar a tus límites.
Entrena todavía más para superarlos.
D+E

www.developyourenergy.com

25.9.09

¿Quieres mejorar?. Entonces, descansa.

Ocho de la mañana. Crono en marcha. Comienza la sesión. El organismo parte de una situación estable en la que el nivel de rendimiento es el adecuado para afrontar la transición que hay que completar hoy: 100km sobre la bicicleta para luego correr 20km más. Los ritmos pedaleando serán entre las 175-130 pulsaciones por minuto, incluyendo cuatro puertos de 8km ascendidos entre 325-300 vatios y con una cadencia de entre 95-85 revoluciones por minuto. En la carrera a pie el futuro finisher deberá mantener un ritmo continuo entre las 165-160 pulsaciones por minuto durante los kilómetros 3 y 15 para terminar hasta el 19 aumentando la intensidad hasta correr a 3’45’’/km.

Durante todas las horas de esfuerzo, las demandas a nivel energético, metabólico, nervioso y estructural irán haciendo que la fatiga vaya incrementándose paulatinamente. Ese es el objetivo del entrenamiento: fatigar. Meses y meses destinados a encadenar cargas que originen en el interior del organismo la necesidad de sobreponerse a ese estado y prepararse para la siguiente sesión.

Pero, si el entrenamiento (en su mayoría) es fatiga, ¿cuándo se mejora?, ¿cuándo se incrementa el nivel de rendimiento?. Curiosamente, cuando se descansa. Es en ese momento cuando se produce la recuperación a todos los niveles. Pero no una recuperación hasta alcanzar el mismo punto del que se partía, sino una recuperación que aumenta ligeramente el nivel anterior que se tenía a las ocho de la mañana, antes de poner el crono en marcha. A ese proceso se le conoce como “sobrecompensación”.

El adecuado encadenamiento de sesiones que producen fatiga con fases calculadas de descanso en las que dar tiempo a la sobrecompensación es lo que lleva al triatleta a aumentar paulatinamente su nivel conforme va descontando días en el calendario hasta colocarse en la línea de salida del Ironman. Esa fecha, a las 7:00am, su nivel de rendimiento deberá ser el mayor, el más alto en toda su planificación. Con ese objetivo se entrena.

Suena el cañonazo que da paso a los 3,8+180+42. Instantes para los que se ha estado cuidando cada detalle, en los que el límite de la resistencia física y psicológica se ponen a prueba, en los que desear la meta es sinónimo de alcanzarla.

Claro está que esas 140,6 millas requieren de un esfuerzo sublime. Consecuencia: una fatiga extrema a todos los niveles cuando llega el momento de colgarse la medalla de finisher. Minutos en los que la alegría se funde con la extenuación, en los que la emoción de haber conseguido el objetivo se mezcla con la sensación de “energía cero” en el cuerpo. Minutos, sin embargo, en los que muchas mentes comienzan a volar hacia el siguiente Ironman.

Pero es momento de parar. Es momento de descansar. Es momento de permitir al cuerpo y a la mente una recuperación (necesaria) a todos los niveles. Al mismo tiempo, es el instante perfecto para que, gracias a esas semanas (e incluso meses) posteriores a finalizar el Ironman, se facilite al organismo consolidar y asimilar lo que durante toda la planificación previa a la competición ha ido consiguiendo: aumentar su nivel de rendimiento.

Por ello, tras la competición de un día más dura del Mundo, se hace preciso reducir la exigencia, permitir que el cuerpo cierre las “heridas”. Serán meses de transición hasta el inicio de la siguiente temporada en los que el entrenamiento debe ser cómodo, sin obligaciones y sin grandes exigencias: take it easy (tómatelo con calma). De esa forma se conseguirá la mayor y mejor sobrecompensación posibles, ya que el organismo aumentará así sus posibilidades potenciales de rendir por encima del nivel que alcanzó antes del Ironman.

De lo contrario, si tras finalizar una temporada se quiere mantener el nivel de exigencia elevado, la asimilación y consolidación de lo anteriormente entrenado no se conseguirá debido a un estado de fatiga demasiado prolongado, perdiendo, en parte, todo lo mejorado hasta la fecha, fruto del estrés excesivo carente de fases de menor carga.

Unido a ello, cuando se pretendan abordar las fases más exigentes de la siguiente planificación, el organismo no estará totalmente preparado, no podrá dar lo mejor de sí mismo a causa de la inexistencia de un periodo (necesario) de menor intensidad. Como consecuencia, las recuperaciones serán peores y las posibilidades de “empujar hacia arriba” el nivel de rendimiento, mucho menores. El desgaste acumulado ocasionado por un déficit en el descanso habrá minado la capacidad de rendir por encima de lo anteriormente alcanzado.

En conclusión, si quieres que tu próximo Ironman sea mejor que el anterior, al finalizar la temporada tómate tu tiempo, aumenta el descanso, reduce la carga y entrena sencillamente para mantenerte activo. Tu rendimiento, lejos de ser menor, aumentará, se incrementará para la siguiente ocasión en la que te quieras enfrenar a las 140,6 millas. Eso sí, mientras tanto sí puedes hacer algo de forma más intensa: soñar con la próxima línea de meta.


Sueños al agua.